Como veíamos en la anterior entrada, el diagnóstico médico describe la estructura o tejido dañado que provoca síntomas y, el de fisioterapia, una disfunción de movimiento en base a la relación existente entre síntomas y movilidad de las diferentes palancas del cuerpo.
Me parece crucial saberlos interpretar y darles la importancia justa que merecen cuando estamos padeciendo un dolor de tipo neuro-musculo-esquelético, sobretodo para que podamos comprender la naturaleza de ese dolor, su gravedad, pronóstico y lo que podemos esperar de los diferentes tratamientos.
Si nos centramos en la columna vertebral, muy pocas veces podemos saber con exactitud cuál es el tejido que está causando los síntomas. Las excepciones las encontramos en patologías graves de columna¹ y en radiculopatías, que representan al 2% y al 8% respectivamente de todos los dolores en la columna según la mayoría de estudios. El otro 90% restante sería lo que se conoce como dolor de columna inespecífico o dolor del que no se tiene ni idea de cuál es su origen.
Esa incapacidad de saber lo que está provocando el dolor es debida a la amplia distribución de receptores de dolor que se encuentra alrededor de toda la columna que hace imposible el realizar una evaluación selectiva de los tejidos de manera individual. No podemos saber pues si el dolor viene de una afectación en el disco, del cuerpo vertebral, de un ligamento, un vaso sanguíneo, músculo, nervio… , etc., como mucho podemos hacer hipótesis. Es más, aunque lo supiéramos, ese hecho no nos daría información de si un tratamiento basado en movimiento resolvería el dolor o no, y de qué tipo sería necesario. Es importante esta consideración ya que salvo en patologías graves cuya derivación al médico es urgente, en el resto debe realizarse primeramente un tratamiento de fisioterapia antes de probar con el invasivo (quirúrgico) y con otros que pudieran generar efectos secundarios (farmacológico) y que además cronificaran el problema.
Así pues, en estos casos necesitamos una valoración funcional, de movimiento, o lo que es lo mismo, un diagnóstico de fisioterapia. Entrar en detalles sobre el mismo escapa la intención de este artículo pero decir escuetamente que este varía dependiendo de la línea de pensamiento² que siga el fisioterapeuta.
Diagnósticos médicos como hernia discal, lumbalgia crónica, estenosis del canal, ciática, rectificación de la lordosis, etc. no nos sirven a los fisioterapeutas para tomar decisiones, no dan información acerca de la gravedad y el pronóstico, y además habitualmente traen consigo perjuicios. Así a bote pronto se me ocurren el gasto sanitario³ y la cronificación o agraviamiento del problema, bien sea porque el paciente no se beneficiase de tratamientos eficaces por desconocimiento o porque adquierese información basada en diagnósticos médicos (estructurales) que pudieran ayudar a desarrollar un síndrome de dolor crónico. Esta última cuestión la veremos más adelante en otra entrada.
1. Como infecciones espinales, tumores, fracturas, lesiones de la médula espinal, artropatías inflamatorias, daño neurológico central, etc.
2. La de las diferentes escuelas de terapia manual, la osteopática, cadenas musculares, etc.
3. Sobretodo por la realización de pruebas de imagen innecesarias. Cabe recordar que cualquier hallazgo encontrado en ellas sólo tiene relevancia en presencia de enfermedades graves o tras exploraciones fisioterápicas que señalen que no hay una disfunción de movimiento. La prueba de ello es la gran cantidad de estudios que muestran cómo sujetos asintomáticos presentan signos degenerativos cuando se les realiza una radiografía o resonancia.